jueves, 15 de abril de 2021

ESCUCHAR A LOS NIÑOS...psicoterapia de la infancia negada

 

PRÓLOGO:

De todos los traumas provocados por el ser humano, los que se producen dentro de las familias por los cuidadores son los más graves. Dar voz, escuchar a los niños y contar esas historias es, por lo tanto, no sólo un deber profesional, sino también un deber ético, moral y civil.

La escucha terapéutica de los niños maltratados o que han sufrido abusos debería enseñarse en las universidades y practicarse en los servicios públicos. Sin embargo esta enseñanza no se imparte ni siquiera en las escuelas de especialización en Psiquiatría, Neuropsiquiatría Infantil, Pediatría o Psicología Clínica. En este libro Luigi Cancrini tiene el coraje de representar y denunciar, con su trabajo y con la descripción precisa de las terapias que realiza o supervisa, que el dolor, el sufrimiento, los traumas repetidos y la distorsión de las relaciones en familias a menudo violentas y sin ayuda tienen consecuencias devastadoras para el cuerpo y la mente de los niños. Trabajar con otros niños maltratados será más fácil para aquellos que hayan leído las lecciones de los casos de Hillary, Diego, Michele, Ruggero y Pamela.

«El legado de este nuevo libro de Luigi Cancrini es el mensaje que nuestra sociedad actual requiere con urgencia: priorizar los derechos de la infancia, sus buenos tratos y políticas públicas que garanticen la redistribución de las riquezas para ofrecer a todos los niños y niñas que lo requieran una psicoterapia integral para reparar sus daños. Mejorar las condiciones de vida de la infancia es contribuir a la mejora de la humanidad».

JorgeBarudy, Médico psiquiatra, terapeuta familiar, traumaterapeuta.

LUIGI CANCRINI

Entrevista: El psiquiatra Cancrini “Este es el tiempo del cuidado, no del odio”

Sobre el miedo por el futuro, la solidaridad, los enfermos que se sienten más “normales” y los “normales” que se sienten enfermos. Reflexiones sobre nuestro estado mental.
“Este es el tiempo del cuidado, no del odio. Es un tiempo de escucha y de dolor compartido que es bueno para todos; también para mis pacientes que cultivan en su interior las más terribles de las fantasías”. La pandemia a través de la mirada del Profesor Luigi Cancrini, uno de los más grandes psiquiatras italianos, es una ocasión de regeneración, “una oportunidad para descubrir cercanía y solidaridad, es decir, los recursos más importantes para vivir mejor”. Con ochenta y un años y una larga trayectoria junto a Franco Basaglia, Luigi Cancrini fundó en los años Setenta el Centro Studi de terapia familiar y relacional que considera su casa profesional.

Profesor Cancrini, estamos experimentando la soledad, el miedo, la muerte, el dolor, la suspensión de la libertad. Muchos han relacionado el malestar de hoy con la experiencia de la guerra.

“Tengo una memoria muy viva de los bombardeos de 1943. Vivíamos cerca de San Lorenzo, el barrio romano arrasado por los angloamericanos, y recuerdo muy bien el terror, el ruido ensordecedor de los aviones, la huida a los sótanos. Pero se trata de experiencias muy distintas”.

 ¿Por qué?

 “La guerra es el tiempo del odio. En guerra para sobrevivir uno se ve obligado a matar al otro, como bien dice la canción de De André: Piero muere porque se detiene antes de disparar al enemigo, y paga con la vida su preocupación hacia el adversario. En cambio, lo de hoy es el tiempo de la cercanía y la solidaridad. El enemigo es externo a la humanidad y los hombres están obligados a unirse para hacer frente a la amenaza común”.

 ¿El miedo nos hace descubrir la proximidad?

 “Sí, sucede cuando el enemigo es común para todos. Me impresionó el lema: quédate en casa, así haces bien para ti y para los demás. La idea de que ayudándose uno mismo está ayudando también al otro, pone en marcha un movimiento emocional que hace crecer la solidaridad”.

Un sentimiento muy lejano del reciente estado de ánimo colectivo de Italia, diagnosticada por diferentes sociedades psicoanalíticas como “psicopática”, “paranoica”, “autoritaria” e “intolerante”.

 “Yo utilizaría términos diferentes. Nuestro país, como todo el Occidente, está enfermo de narcisismo: Al poder disponer de todo tendemos a sentirnos omnipotentes y al mismo tiempo desconfiados hacia el próximo, considerándolo una amenaza para nuestros bienes.

La experiencia del coronavirus nos hace enfrentarnos con los límites – no podemos tenerlo todo – y con la necesidad de vínculos solidarios: puede ser el mejor remedio para nuestro trastorno narcisista”.

¿En estos días usted ha podido observar un cambio en sus pacientes?

“Me impresiona la reacción de aquellos con trastornos psicóticos, pacientes capaces de elaborar fantasías terribles, que proyectan al exterior desde un mundo interno. Ahora que esta figura amenazadora aparece en el imaginario de todos, estos pacientes se sienten más “normales”, iguales a los demás. Así que están mejor”.

¿La excepcionalidad es capaz de liberar energías inesperadas?

“Es un dato confirmado por los manuales psiquiátricos: muchos enfermos graves mejoran en tiempo de guerra. Disminuyen los suicidios, porque frente al peligro prevalece el instinto de supervivencia. Para la mente humana lidiar con un enemigo interno es mucho peor que lidiar con un enemigo externo del cual nos defendemos junto con los demás”.

¿Esto es así incluso para los que padecen toxico dependencias?

“Sí, esas personas tienen la tendencia de huir de un fuerte sentido de muerte mediante el aturdimiento y el acto de esconderse de la realidad. Cuando hay que estar alerta para destruir un enemigo externo, todo esto desaparece”.

¿Estos mecanismos reactivos se disparan también en los que no tienen especiales patologías?

“Por supuesto. Y se refuerza aquel sentimiento de cercanía del cual hablábamos antes. Cuando la emergencia termine, deberíamos esforzarnos para preservarlo intacto, sabiendo que la proximidad y la solidaridad son los recursos más importantes para vivir mejor. Me temo que la cohesión producida por la excepcionalidad vaya a faltar con la desaparición del virus. Ya veo las señales en las polémicas expuestas en algún talk show”.

¿Cuál es el consejo del terapeuta para poder cultivar la llama vital dentro de la dificultad?

“En psicoanálisis se dice que un buen terapeuta es quien sabe acoger los tiempos de silencio. En el silencio se transmiten las emociones, el respeto, las perplejidades, las dudas, también los límites de la comunicación mediante las palabras. En este momento cada uno de nosotros, en nuestras casas, puede experimentar una constricción hacia el silencio que podría traernos a una relación mejor con nosotros mismos, y con los demás”.

¿Usted experimenta esta transformación también en lo personal?

“Si. Aunque sigo viendo a los pacientes que tienen una mayor necesidad de la relación terapéutica, tengo más tiempo para mí, para leer mis queridos rusos, para escuchar música clásica y tocar el piano. Miro los árboles desde la ventana, algo que nunca había hecho. Y además sueño muchísimo: recordar los sueños es la señal de la recuperación de la relación con uno mismo”.

Una vez superada la emergencia sanitaria, la crisis económica y social será abrumadora. ¿Existe el riesgo de regresar a un individualismo aún más feroz?

“Sí, claro, todo dependerá de cómo esta crisis sea gestionada: si se hace en términos solidarios o de opresión. Como hombre de izquierdas, veo con tristeza que hoy en día en Europa los países fuertes rechazan la solidaridad a los más débiles. Y me asusta el efecto de la gran especulación sobre las bolsas”.

Como todo trauma colectivo también el coronavirus dejará marcas. Entre los símbolos más crueles de esta pandemia quedará el desfile solitario de los ataúdes. Se mueren solos. Somos testigos impotentes de la muerte solitaria de las personas amadas.

“Es un aspecto angustiante y terrible, pero también en estos pasajes se advierte una cercanía y un intercambio colectivo a los cuales ya no estábamos tan acostumbrados. Cierto, los rituales de duelo son fundamentales para la elaboración de la pérdida. La imposibilidad de llorar y abrazarse juntos en el momento de la sepultura puede dejar profundas heridas. Muchas de las patologías con las que me enfrento están relacionadas con duelos jamás elaborados”.

¿Volveremos a abrazarnos y a besarnos con la despreocupada alegría de antes o dentro de nosotros actuarán miedos inconscientes?

“Volveremos a hacerlo con más entusiasmo, reevaluando todas aquellas cosas que dábamos por hecho”.

Usted ha definido lo del coronavirus como el tiempo de la solidaridad y de la cura. Los médicos y operadores sanitarios comprometidos en primera línea lo simbolizan.

“Freud decía que la vocación del médico estaba relacionada con la idea de curar a los propios padres. Yo pienso que en muchas vocaciones de las profesiones sanitarias hay un sentimiento profundo de amor por la humanidad. Son ellos quienes deben liderar la transformación de la comunidad de la que hoy debemos ocuparnos: es el mejor modo de no sucumbir a la desesperación”.

Traducción: Adelaide Margiotta. HESTIA, Centro Internacional de Psicoterapia.

De Simonetta Fiori.
Artículo original:

https://rep.repubblica.it/pwa/robinson/2020/03/28/news/lo_psichiatra_cancrini_questo_e_il_tempo_della_cura_non_dell_odio_-252588255/

No hay comentarios:

Publicar un comentario